Cuestionamiento de la realidad cotidiana
Los escenarios elegidos por Erlich son espacios cotidianos en los que
apenas sucede nada, son aparentemente insignificantes: un pasillo, un
ascensor o las escaleras de un edificio. Uno de los fundamentos de la
obra de este artista es el cuestionamiento de nuestra existencia así
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como la verdad empírica y, en definitiva, desvelar los grados de
veracidad existentes en esa realidad cotidiana. En una de sus últimas
obras, “Carrousel” (2008), convierte un tiovivo en un apartamento con
sus diferentes estancias: salón, cocina, cuarto de baño y comedor. La
constante rotación del tiovivo sume al espectador en la monotonía de
sus vidas y en todos esos hábitos que se repiten sin fin. A pesar del
carácter pesimista que se le puede atribuir a esta obra, el trabajo de
Erlich, revela la capacidad de sorprendernos que todos poseemos.
Interacción del espectador
A partir de espejos, cristales, agua y otros artificios fácilmente
detectables, el espectador vive momentos de ilusión en los que, lo que
consideramos “normal”, es puesto en evidencia. De esta forma, su
trabajo desconcierta y asombra al espectador al alterar de forma
lúdica la percepción de sí mismo, como individuo o parte de la
sociedad. Como en “La Torre”, en sus instalaciones el público no sólo
interactúa con la obra, sino con los otros espectadores.
Otros aspectos en la obra de Erlich
Además de la ilusión óptica y la transformación de la realidad, la
cotidianeidad y la interacción del espectador, la producción artística
de Erlich se compone de otros principios como la simplicidad o la
psicología. Una de sus instalaciones más célebres, “La Pileta” (1999),
consiste en una piscina que en realidad no contiene agua en su interior,
sino que está vacía. Una capa de acrílico recubierta de agua en su
superficie da la sensación, a ojos de los que se asoman a ella, de tener
sumergido en el fondo al público que accede por uno de los costados.
El hecho de que algo extraordinario pueda suceder de manera tan
simple, tanto técnica como conceptualmente, y que el espectador sea
capaz de desvelar el truco y aplicar este entendimiento a todo lo que le
rodea, es sin duda uno de los propósitos del artista en todos sus
proyectos.
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En la obra “Le Cabinet du Psychanalyste” (2005) Erlich abordó
cuestiones de índole psicológica. A través de un vidrio que divide el
espacio en dos, la imagen del público se refleja en la consulta de un
psicoanalista, replanteando una vez más qué somos, si sujetos reales o el
reflejo de nosotros mismos definidos por la percepción de los demás. En
ella, el lenguaje simbólico del psicoanálisis se vuelve literal. Conceptos
como el sujeto o la proyección se hacen reales.